sábado, 16 de enero de 2021

‘El sueño eterno’, de Raymond Chandler.

 por Andrés G. Muglia









Publicado en la revista CULTURAMAS, España.

Link: https://www.culturamas.es/2020/12/12/el-sueno-eterno-de-raymond-chandler/

Desde principios del siglo XX se popularizaron en los EE.UU. las publicaciones basadas en relatos de misterio, crímenes, aventuras, terror, ciencia ficción, etc. Se las llamaba revistas pulp pues eran ediciones baratas, encuadernadas en rústica, cuyo papel estaba hecho de pulpa de madera. Por los años ´30 las pulp magazines eran un componente importante de la cultura popular americana, componente por supuesto despreciado desde el punto de vista de la literatura seria, sobre todo porque las historias que difundían tenían una calidad muy despareja.

Hacia 1930 Raymond Chandler trabajaba en una empresa petrolera como ejecutivo y contable. Por problemas con el alcohol lo despidieron de su trabajo y quedó en la calle  con cuarenta y cinco años, una esposa que le llevaba dieciocho y no trabajaba, y sin un centavo. Chandler había nacido en Chicago, pero un tío suyo le había pagado una esmerada educación en buenos colegios británicos donde la clase acomodada se entretenía con el latín y los autores clásicos. Hablaba varios idiomas y poseía una cultura superior al americano promedio, pero de vuelta de sus estudios se había amoldado pragmáticamente al estereotipo del buen empleado (inteligencia no le faltaba) sin ninguna otra ambición que conseguir un nivel de vida que le ofreciera relativa comodidad sin sobresaltos. Su pasado como poeta y un breve trabajo como reportero en Europa habían quedado como un lejano recuerdo, pero ahora que el sistema le daba la patada por alcohólico, pensó que no sería difícil colar algunos relatos en las revistas pulp, como para ganarse la vida.

Esa decisión desesperada le sirvió para mantenerse a flote durante algunos años, en base a lo que ganaba enviando relatos policiales a publicaciones como The Atlantic Monthly o Black Mask. Pasado un tiempo los editores se fijaron en este escritor aparecido de la nada, que profundizaba el estilo del consagrado Dashiell Hammett y le daba una vuelta de tuerca con su prosa sobria, sus ambientes descriptos al detalle, las rápidas y agudas caracterizaciones de sus personajes y, sobre todo, sus diálogos pródigos en un humor negro que sería su sello de autor. Le dieron entonces la oportunidad de publicar una novela, y esa novela fue El sueño eterno.

Es difícil creer que El sueño eterno se trate de una ópera prima. El estilo del autor está tan asentado, sus herramientas, sus recursos, el manejo del ritmo de la narración, los climas y los diálogos; parecen surgidos de un escritor con décadas de oficio que ha publicado ya una serie de novelas cuyo protagonista en primera persona sea el inefable Philip Marlowe. El cual se consagraría desde el El sueño eterno como EL DETECTIVE PRIVADO por antonomasia de toda la literatura estadounidense (y más tarde del cine).

En El sueño eterno ya encontramos la amarga mitología con que Chandler fascinaría a los lectores de género negro, que él mismo contribuyó a convertir en lo que conocemos hoy día. El detective duro, ex-policía que ha sido expulsado de la fuerza por motivos que se desconocen, apático, borracho, violento e incapaz para el amor; pero que pese a todo conserva un código ético que, por supuesto, nada tiene que ver con el que la Ley dispone para los ciudadanos regulares. También están los mafiosos y matones de la época posterior a la Ley seca, astutos, toscos, inescrupulosos e irresistibles para cualquier lector del género. En medio, las mujeres fatales, bellas, descarriadas (el término es de Chandler) a veces, pero nunca indefensas. Con ellas entablará Marlowe unas relaciones que más que romances parecen batallas donde los dos contendientes, por diversos motivos, están en condiciones de igualdad. Si Marlowe es cruel y frío, sus pares femeninas le disparan a boca de jarro o lo mandan a vapulear por pistoleros.

En El sueño eterno las damas que le tocarán en suerte son dos ricas hermanas: Vivian y Carmen Sternwood, envueltas en una trama de chantaje. Su padre, un anciano lisiado al borde de la muerte, contrata al detective para que desarme la madeja por veinticinco dólares al día más gastos.

El planteo del libro es ambicioso, con una trama llena de personajes que, si el lector no está muy atento, puede que le cueste seguir. Un falso editor llamado Arthur Geiger, que en realidad tiene un negocio de alquiler de libros pornográficos, es asesinado en una casa de las afueras de Los Ángeles. Hecho que no tendría ninguna relevancia para Marlowe si no fuera porque la menor de las hermanas, Carmen, se encontraba completamente desnuda y drogada, atada en la misma habitación donde matan al pornógrafo. Marlowe, con toda la ubicuidad que le permite su autor, está observando por la ventana y será encargado de rescatar a la chica y llevarla a su casa. La cuestión se complica porque alguien (¿el asesino quizás?) ha sacado una foto a la joven mientras estaba desnuda y chantajea a su hermana mayor con difundirla.

La cosa se embrolla más porque Vivian, empedernida jugadora de ruleta cuyo marido de oscuro pasado ha desaparecido misteriosamente, tiene alguna clase de compromiso con Eddie Mars, mafioso dueño del casino donde ella juega y propietario de la casa donde mataron a Geiger. Por supuesto Marlowe se siente atraído por Vivian y ella por él, en tanto que Carmen, jovencita que manifiesta algunos problemas psicológicos, persigue a Marlowe haciendo cosas como filtrarse en su departamento y esperarlo en su cama tan desnuda como cuando el detective la rescató de la escena del crimen.

No contento con tener que tratar con la fascinante Vivian, rechazar los asaltos sexuales de Carmen y buscar la fotografía comprometedora de la menor de las hermanas; por fuerza de su extraña ética profesional, Marlowe se pone a investigar la desaparición del marido de Vivian (sin que nadie se lo pida) que habría huido con la mujer de Eddie Mars. Todo un verdadero embrollo de faldas, mafiosos, asesinatos y pornografía; condimentado con el estilo terso (adjetivo que a él le gustaba usar) y siempre estimulante de Chandler, que se haría célebre a partir de esta primera novela y que empujaría un género considerado menor hacia la literatura con letras mayúsculas. 


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