miércoles, 6 de marzo de 2013

BARRABÁS Y OTROS RELATOS
Pär Lagerkvist
Ediciones Orbis, Barcelona, 1982.

   

Tiro al blanco

Cuando un padre recomienda algo, ese algo se engrandece en el tiempo cuando quien emite la recomendación desaparece. Es decir, ya no habrá más recomendaciones, entonces como las pinturas de ciertos pintores fallecidos, la cotización de las obras suben. Recuerdo nítidamente a mi padre aconsejándome leer a Lagerkvist, en particular el cuento El enano. Está de más decir que cuando se me cruzó esta maltratada edición no pensé mucho antes de comprarla, el mandato paterno resonó en algún lugar recóndito de la memoria, sino pregúntenle a Freud.

El autor

Lagerkvist es un escritor sueco, ganador del premio Novel de literatura en 1951 (a algún sueco se lo tenían que dar), de familia campesina con fuerte raigambre religiosa, Lagervist estudió arte y literatura en Suecia, y vivió el París de los cubistas y expresionistas. De todo eso puede encontrase algo en sus obras.

¿Expresionista? ¿Nihilista? ¿Pesimista? Ningún adjetivo encaja bien en Lagerkvist. Parece que sus escritos sólo tocaran los temas fundamentales de la condición humana: la muerte, la violencia, la guerra, la existencia de Dios. Cuando nos sentamos a leer sus obras, en seguida nos embarga el sentimiento de encontrarnos con alguien que vio el mundo con toda crudeza, y lo describió, a su manera, entreverado de símbolos y sombras, pero tan veraz y profundamente que a veces (siempre) incomoda.

El libro

Barrabás, primer cuento largo o novela corta, como se lo quiera ver, narra la vida de Barrabás, aquel ladrón que fue perdonado en lugar de Jesucristo. El cuento se centra en el período posterior al perdón, y describe, además del ambiente de la época, la transformación interna del reo redimido. Confieso que mi interés en temas sacros es casi nulo. El cuento me resultó largo y denso.

El segundo cuento se titula El verdugo. En una taberna los aldeanos cuentan historias relacionadas con el verdugo. Sentado en un rincón él mismo los escucha sin prestarles atención. El ambiente, las narraciones, la procacidad y las supersticiones que estas expresan, todo nos sugiere la Edad Media. Aquí el verdugo es temido, su casa evitada, su familia estigmatizada; porque él representa la encarnación del mal.

En la segunda parte del cuento hay un salto temporal hacia adelante. Ahora estamos en una fiesta, llena de flappers bailarinas y atildados y elegantes personajes; en el estrado toca una banda negra de jazz. No pude leer este pasaje sin pensar en el cuadro Metropolis  de Otto Dix. El verdugo está sentado solo en una mesa, alguien entra y le hace el saludo nazi. Aquí el verdugo es visto con simpatía. Dos jóvenes entran entre aplausos, son asesinos. Los diálogos giran alrededor del exterminio y la construcción de una nueva civilización. Luego de un incidente con los músicos, donde algunos son abatidos a tiros, el verdugo toma la palabra.

Metrópolis - Otto Dix
El alegato del verdugo dura diez páginas donde narra su vida eterna sembrando la muerte entre sus condenados. Por momentos las voz del verdugo es la voz de la guerra, por momentos parece tratarse del mal mismo, o del diablo, pero es esta una voz desesperada por su destino. Cuenta que luego de matar al único que le dijo "hermano, yo te perdono", tras el clásico pedido de perdón del verdugo hacia su víctima, y que no era otro que Cristo; fue a visitar a Dios para que lo liberara de su trabajo y lo dejara descansar por fin en la ansiada muerte que él tan pródigamente repartía. Pero Dios ni siquiera lo miró. Así, el verdugo llegó a la conclusión de que él mismo es el verdadero Cristo: ¡Yo soy vuestro Cristo, con la marca de Verdugo sobre mi frente! ¡Soy el enviado para serviros aquí abajo! ¡Para poner discordia en la tierra y odio entre los hombres! Su descanso, concluye, llegará cuando haya hecho desaparecer al último hombre de la faz de la tierra.

Este solo cuento extraordinario, rebosante de simbolismos, crudo en su descripción del ansia inexplicable y destructiva del hombre, escrito además haciendo referencia a uno de los períodos más violentos del siglo XX, bastaría para inmortalizar a Lagerkvist como uno de los escritores más notables de este siglo. El discurso del verdugo, su  amargo alegato, su parábola mística que invierte la cristiana, es uno de los escritos que me han tocado leer que más lúcidamente describe la locura de la violencia y de la guerra, y la critican irónicamente con la conclusión final del verdugo. Para él, la única redención posible de la humanidad es su extinción.

El tercer cuento del volumen es El enano. No creo mentir si digo que Lagerkvist funda aquí una suerte de subgénero narrativo. En lugar de cuento en primera persona el cuento es en "primer enano". Porque la genial idea de Lagerkvist es ver el mundo a través de los ojos no de una persona, sino de alguien que se considera a sí mismo al margen de los hombres, el ejemplo de una antigua raza milenaria, como un ser de otro mundo que comenta con extrañeza y sin asomo de piedad el nuestro.

La suerte de diario que escribe este enano, comenta la vida de la corte palaciega de un príncipe italiano del siglo XVI (saco yo en conclusión pues todos los detalles coinciden con la época). Así el enano describe su relación con el príncipe y la princesa (a la que sirve de mensajero con sus amantes), cómo hizo para echar a los otros bufones (él se describe simplemente como un enano y odia a los bufones) y cómo estranguló al último enano que le disputaba su favoritismo con el príncipe.

La trama de este largo cuento se extiende luego a la aparición en la corte del maese Bernardo, un artista de inconfundible similitud con Leonardo Da Vinci y algún que otro detalle de Goya. Las guerras con otros condotierris no escapan a la descripción del enano, que salta de alegría cuando su príncipe lo lleva al frente de batalla disfrazado con una armadura en miniatura igual a la suya.

Lúcido, cruel, agudo, mordaz y siempre inteligente; las descripciones de las contradicciones y las miserias de la naturaleza humana que hace el enano (Lagerkvist), en este escenario como de teatro donde los personajes se nos atojan parecidos a los frescos y retratos de los nobles del Renacimiento, son otra muestra (como El verdugo) del profundo talento de este sueco, que como Bergman, pinta sus escenas con una paleta sombría, profunda y llena de verdad.

Conclusiones

Oscar (porque yo no le decía papá, o pá, o viejo) tenía toda la razón en su consejo, Lagerkvist es un escritor extraordinariamente original. No aconsejable para leer una tarde nublada de domingo, o si uno está atravesando algún bajón momentáneo o de los otros.
 

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