Juan José Sebreli
Ediciones Siglo Veinte, Buenos Aires, 1965.
Tiro al blanco
Este libro me llego como un regalo. Un vecino, que se enteró de mi afición por los libros, me obsequió varias cajas llenas. El mejor presente que le pueden hacer a un biblioadicto como yo. Entre ellos (desde luego todos no eran de mi gusto) encontré este conocido ensayo.
El autor
Sociólogo, filósofo, periodista; Juan José Sebreli cuenta con la virtud o el defecto de ser todavía un autor vivo y polémico. Polémico porque no es un pensador que se mantenga al margen de los acontecimientos políticos, sino que se implica en ellos, con su verbo pero también con sus escritos como periodista y en este caso, como ensayista. En estos momentos (momentos que en realidad no interesan porque en pocos años esta misma información será irrelevante) algunos lo sindican como cercano a la corpo (léase Clarín) y opuesto al kirchnerismo. He visto entrevistas que en 2004 lo revelan cercano al López Murphi, Carrió, Bullrich. También lo he escuchado y leído reivindicándose como social demócrata (a la manera de Felipe González), tendencia política que en Argentina lo exime de acción alguna porque es un partido que no existe. Criticado, amado u odiado; a Sebreli parece no importarle, o quizás lo disfrute.
En fin, de algún modo la contingencia de lo político, que lo inserta en estos momentos en uno u otro lugar de un escenario que él mismo no se cansa de comentar; pierde relevancia a la luz de la obra. Cuando Sebreli desaparezca finalmente, su ideología importará en tanto se entremezcle en sus ensayos, pero poco interesará establecer a quién apoyaba políticamente (los nombres de los políticos se olvidan más rápido que cualquier otra cosa), si era protagonista o comparsa. La obra de cualquier escritor trasciende su contingencia, sus amistades o simpatías políticas y en última instancia su época. Borges o Lugones han tenido expresiones y actitudes políticas que hoy resultan criticables por reaccionarias. En sentido inverso (en términos ideológicos) también podemos encontrar multitud de ejemplos: Alberti, Vallejo (más mediatizados por lo simbólico), o Maiakovski. Sin embargo conocer la posición política de un autor o un artista no sirve más que para indicarnos desde dónde nos está hablando, para no sorprenderse con ciertos juicios de valor que puedan emerger dentro de su obra. La calidad de ésta no tiene que ver con eso. Si esto no fuera así sería imposible disfrutar a Wagner o a Heidegger.
Lo que sí importa de la ideología de Sebreli, será la parte de ella que se incluya en su obra como herramienta de desarrollo. En este sentido Sebreli se reivindica, en términos llamémosle "procedimentales", como hegeliano-marxista. Esta aclaración resulta casi redundante cuando vemos que la división de los capítulos que componen Buenos Aires vida cotidiana y alienación responde exactamente a una división de clases al modo marxista.
La obra
Buenos Aires vida cotidiana y alienación, será el libro que en los ´60 lleve a la fama a Sebreli. Lo cierto es que por aquella época (Sebreli mismo lo aclara en alguna entrevista) la sociología no estaba muy difundida en Argentina (el autor pertenece a la primer promoción egresada de la UBA), y este libro, que trata puntualmente de Buenos Aires como ciudad y como escenario de la lucha de clases, tenía que llevar para la época un indudable impacto de novedad. Ayuda en este caso además, que Sebreli escribe bien y transforma lo que podría ser un paper académico dirigido a un puñado de iniciados, en una obra accesible al lector que no tenga idea de qué va lo sociología. Para eso Sebreli echa mano de un estilo cercano muchas veces a una expresión más adecuada a otros géneros, como la novela (una de sus fuentes favoritas) o la poesía. Por otro lado, y en eso hace equilibrio a veces en una frontera que parece extraña a un estudio que si bien no se reivindica científico, bien podría pretenderse académico, los permanentes juicios de valor lo alejan de un mirada objetiva de lo que se empeña en describir.
Esto es bastante patente en el caso del largo capítulo dedicado a la pequeña burguesía y a su protagonista el pequeñoburgués. Sebreli se dedica a destrozar esta "clase" describiéndola como una especie de membrana que se adapta a una oligarquía que admira e intenta imitar, y a un proletariado que desprecia. En esta crítica despiadada a la clase media llega a límites que ponen en duda todo el discurso del autor, como cuando describe al pequeñoburgués como un consuetudinario onanista, basándose en el famoso informe del sexólogo norteamericano Alfred Kinsey (hay una linda película: "Kinsey", sobre su vida) que no se cómo Sebreli extrapola tan ligeramente a nuestra propia realidad. Es evidente que el contexto de la época (principios de los ´60, revolución sexual en puerta, etc.) y la propia ideología del autor, hacen del pequeñoburgués un blanco fácil sobre el cual disparar.
Paradójicamente, lo interesante o mejor, lo picante del ensayo, es precisamente cuando desbarranca su objetividad para usar una ligera pero persistente ironía en la descripción de las realidades que estudia. Así la lupa que pone sobre la realidad o mejor, la realidad que construye (valga la contradicción) en torno a cada clase, tendrá que filtrarse (el lector la tendrá que filtrar) para que la distorsión de esa lente (el juicio de valor del autor): permanente, documentado, a veces convincente; no se nos imponga como verdad. Si se lee en esa clave, el ensayo se disfruta, como precisamente lo que es: una descripción crítica de una sociedad en la que indaga los orígenes que la llevaron a lo que es; utilizando como fuentes no tanto otros estudios sociológicos (pocos había en la época) como fuentes literarias: novelas, poesías; cinematográficas y hasta radiales; además de las históricas.
Lo que más me gustó: el capítulo sobre la oligarquía: un compendio de lo que uno puede encontrar en otras fuentes (por qué la oligarquía se mudo al norte, etc.) más otros datos jugosos; y el capítulo referido al universo lumpen, que describe la evolución de los bajos fondos desde la época del malevaje, aquella misma que cuenta con azorada admiración Borges; hasta el mundo de las villas miserias, surgidas de la emigración interna. Hay dos páginas que se meten con Gardel, ejemplo del lumpen devenido en personaje que se codea con la oligarquía; que prefigura otro estudio más extenso de Sebreli del año 2008: Comediantes y mártires. Ensayo contra los mitos.
Conclusiones
Una mirada sobre Buenos Aires, su historia y su composición social, hasta los ´60. Un trabajo de fuentes tomadas en sentido amplio, como que la novelesca se convierte muchas veces en la principal. Poca estadística, Sebreli advierte al principio que la escuela norteamericana de sociología no es su favorita; y mucho, pero mucho, juicio de valor; a veces, hasta el prejuicio. De ese coctel surge Buenos Aires vida cotidiana y alienación. Interesante, suelto, agradable y rápido de leer. Evidentemente polémico (aún hoy), como el propio autor; y, a veces, veraz. Hasta ocasionalmente se descubre uno mismo o alguien a quien uno conoció, quizás un escenario, inserto entre sus líneas.
Tu muy buen artículo, me ha recordado aquellas reuniones en casa de Joaquín Giannuzzi, cuando a fines de los sesenta y siendo yo un jovencito, escuchaba al dueño de casa, a Juan José (que era además mi vecino), a Lamborghini, a Ramón Plaza y otros, discutiendo sobre la resistencia peronista, sobre el legado de Eva Perón, y sobre una comprensión marxista del movimiento. Algo antes de cuanto de más grave sucedió en el país... Y debo recordar además que entonces, Joaquín Giannuzzi era el Secretario de Redacción de la revista ASI y Juan José su colaborador más inmediato (posición en la que se divertían, y muchísimo...).
ResponderEliminarHola Carlos Enrique Cartolano. Gracias por tu comentario, más que autorizado, de esto que escribo sobre libros de otros. Tus palabras son además una especie de instantánea de los tiempos en que Sebreli escribía este libro que comento, y le da como una dimensión más, la de un contexto que se sugiere en el libro pero que se escapa. Porque un libro por mucho que se esfuerce no puede contener todo, se tiene que conformar con retazos. Y después es de nosotros la tarea de reconstruir lo que falta, con otras lecturas, otras miradas, otras voces...
EliminarHola Andres; me interesó tu nota sobre este libro -ya un clásico- de Sebreli, ya que justamente el pasado año lo tomé como eje de un trabajo académico... en fin. Yo no pude encontrar por ningún lado la obra completa, ni nueva ni usada, tuve que conformarme con la digital, por lo que es de valorar el ejemplar que te llegó de regalo! Por mi parte, me sirvió mucho la lectura del prólogo a la Nueva versión (Buenos Aires, ciudad en crisis, 1986), tanto para confirmar como para aclararme algunas cuestiones tratadas por el autor en la obra original. Si no lo leíste lo recomiendo.
ResponderEliminarComparto completamente la distancia que hay que saber poner entre la ideología de autor y la obra, aún cuando en ciertos géneros -el ensayo- se empape uno en el otro, creo que el lector debe saber disfrutar de la libertad de las palabras, y de una buena argumentación, al menos para diferenciarse de su significado.
Saludos.
Hola. Gracias por tu comentario. Voy a buscar el prólogo que me recomendás. Yo creo que con la gimnasia de la lectura uno hace de un modo automático esto de situar al autor ideológicamente; siempre que no conozcas a fondo su historia personal que ahí ya es más fácil. Después de saber (o inferir) esas coordenadas, uno sabe de dónde le están hablando y eso pasa a ser un dato que enriquece y ayuda a comprender la lectura; y que a veces no tiene mucho que ver con la calidad de lo escrito.
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