Heinrich
Heine
Tiro al blanco
Libro
comprado en una feria, precio tentador (tampoco regalado) y de título atractivo;
esto de los viajes literarios, ya se ha dicho, me puede. Aunque el libro es más
que un mero volumen de viajes, porque los caminos son una excusa para dejar
volar la imaginación del autor. Edición esmerada sin ser carísima, ojalá uno
comprara más libros de esa calidad y ese precio.
El autor
Heine
es un autor alemán nacido en Dusseldorf en 1797. Su generación es posterior a
la del Romanticismo de Gohete, que
resuena todo el tiempo entre sus líneas. Heine expresa con admiración que cada
generación descubrirá nuevas maravillas en la obra del maestro alemán; como si
esta fuera una fuente inagotable.
Periodista,
ensayista y polemista; colaborador de revistas y folletines de mucha fama entre
sus contemporáneos, cuando se tiene que definir a sí mismo Heine se sindica
como poeta. Pero también es un brillante prosista, con mucho de ensayo y, sobre
todo, y eso lo desmarca del sino trágico del Romanticismo, con gran sentido del
humor.
Estudió
leyes en Göttingen, pequeña ciudad universitaria de la Baja Sajonia , donde conoció a
la mayoría de los personajes que su humor se dedica a retratar. Si pudiésemos
transferir el ambiente que Heine crea en sus escritos al ámbito de las artes
plásticas, no estaría mal establecer una analogía entre sus obras y las
pinturas de Hogart o los dibujos y las esculturas de Daumier.
El libro
Al
menos cronológicamente es adecuado etiquetar a Heine como post-romántico. Estilísticamente
encontramos elementos que son extraños al Romanticismo, como su afición
permanente a darle a todos sus escritos un giro humorístico. Hasta en sus
poemas muestra Heine esa veta de fina ironía. Sus Cuadros de viaje son menos descripciones de paisajes y culturas que
excusas para que Heine divague en torno a los temas más variados. Como dice el
mismo autor en un pasaje:
"No hay nada más aburrido en
este mundo que la lectura de una descripción de un viaje a Italia…, a no ser
que lo escriba uno mismo; y lo único que puede hacer el autor para que resulte
más o menos soportable es hablar lo menos posible de Italia en sí. A pesar de
que aplico este recurso sistemáticamente, no puedo prometerte querido lector,
gran entretenimiento en los siguientes capítulos."
Lo
que deja muy claro sus intenciones a la hora de describir un lugar. La mayoría
de estos cuadros, no son más que un
escenario, o a lo sumo un disparador para que la brillante mente de Heine parta
en un viaje -el verdadero- hacia la reflexión de las cosas más dispares.
Heine
es un cínico, pero también es un irreverente. En el tema religioso se ríe
permanentemente de los católicos y los critica sin piedad. A los protestantes,
religión a la que dice pertenecer aunque evidentemente no la practica, también
los hace probar un poco de su humor amargo. Cuenta que una vez jugó a la
lotería los números que veía anotados en las pizarras de un templo protestante
(donde se apuntan los salmos bíblicos que se leerán ese día) y luego se sintió
estafado por un Dios que no era capaz de sugerirle con justeza número ganadores
en un simple sorteo.
Los
textos de Heine se convierten por momentos en una interminable caravana de
caricaturas de personajes de su época. Las más intencionadas, se dirigen
específicamente a quienes Heine quiere satirizar. Y como toda buena sátira la
de Heine tiene como condición sine qua
non la de ser inteligente. Pero, y esto penaliza un poco la obra, la
mayoría de los personajes que Heine se aplica en ridiculizar no han trascendido
su época. Por lo que los editores y traductores se ven obligados todo el tiempo
en proveernos de notas a pie de página, que expliquen un poco quienes son estos
fulanos ignotos que el autor se entretiene en martirizar con su pluma. Con esto
los textos de Heine pierden actualidad y universalidad; como si su mirada
hubiese estado demasiado preocupada en lo contingente de su época, en las
rencillas domésticas de los juristas y profesores de la pequeña Göttingen. Sin
embargo, si estas descripciones se proyectan hasta generalizar ciertas
tipologías y conductas humanas que se repiten en los tiempos, como en la
descripción del Marquéz Italiano de Gumpelino con el que Heine se cruza en su
recorrido por Italia, la cosa comienza a tener más jugo.
Cada
viaje, cada cuadro, tendrá un carácter distinto. Lo que hace que la obra pierda
linealidad y se interprete mejor como un mosaico que como una historia. Por
citar un ejemplo, el cuaderno dedicado al Mar del Norte, es en realidad un
pequeño volumen de poemas. Aquí podemos conocer al Heine poeta, quien, a pesar
de no despojarse del todo de su ironía, conserva casi intactas sus fuentes de
inspiración románticas. El sentimiento trágico, el espíritu que se pierde en la
inmensidad de un paisaje que adivinamos sublime al modo de Kant, el autor
extasiado frente a la intensa belleza del entorno.
Esto
mismo se repite, pero con otro tono, en los diferentes cuadernos. Antes de entrar de lleno en su materia preferida: la
caricatura de personajes, Heine tiene cuidado de dejar anotadas las
particularidades de las geografía que transita, sus paisajes y caminos, su
flora, las diferencias con su país natal. En Italia describe entusiasmado el
hallazgo de naranjas y limones, prácticamente desconocidos en su tierra. El
verano alemán, dirá con humor a una dama que conoce en Italia, no es más que un
invierno verde. En
otras ocasiones Heine, tan agudo a veces, no puede dejar pasar el caer en los
estereotipos eurocentristas; la mujer italiana es más un compendio de clichés
que un auténtico retrato realista.
Conclusiones
Libro
de un escritor brillante pero que, al ser más una serie de pensamientos sobre
los más variados temas, a veces, por su extensión (más de quinientas páginas) se
hace un poco pesado. No tiene una historia que lo conduzca a alguna parte, ni
siquiera un camino, o un itinerario (en términos geográficos). El libro se lee
esperando siempre lo que vendrá después, lo cual necesariamente no tiene que
ver con lo anterior. A una descripción extensa de una noche pasada en una
taberna, sucede un volumen de poemas inspirados en el Mar del Norte, a
continuación un viaje a Italia cuyos personajes: marqueses narigudos, primas
donas de teatro venidas a menos, un ayuda de cámara que vende boletos de
lotería a espaldas de su jefe, parecen recién salidos de una película de
Fellini.
A
veces, cuando Heine reincide en criticar y ridiculizar a personajes que hoy no
han trascendido, el texto se vuelve denso. Más porque dedica una extensión que
quizás él juzgó necesaria en su tiempo, pero que hoy día no hace más que
entorpecer la lectura.
Escritor
famoso en sus tiempos pero que por su estilo satírico no fue tomado demasiado
en serio por sus contemporáneos, Heine es recuperado en el siglo XX como uno de
los escritores relevantes de la letras alemanas. Como todos los grandes
artistas que también fueron grandes humoristas: Mark Twain, Fats Waller, Honoré
Daumier; Heine sufrió lo que muchos: que no se tomaran sus palabras demasiado
en serio porque estaban dichas a través de una sonrisa.
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